22 diciembre 2006

Siempre hay tiempo para una sorpresa

Empecé el año con Alejandra Pizarnik, eso ya fue bueno; después, pasé un tercer cuatrimestre de la carrera rodeado de clásicos medievales, como Dante y Boccaccio. Luego me mostraron un par de cosas, para mí, más interesantes. Leí a Saer y al enorme Marcel Proust. Pero hoy, 21/22 de diciembre, ya casi terminando el 2006, tuve el hallazgo literario del año: Silvina Ocampo.

Si, si... ya sé lo que me pueden recriminar de toda esa alta alcurnia literaria de mitad de siglo, pero simplemente me encanta.

Les dejo unos pequeños:


Epitafio del orgulloso


No tengas miedo de morir en vano
como una dalia triste en el verano.
No se atrevió la muerte ni el gusano
a devorar mi cuerpo cotidiano.
Como amó sus jardines Diocleciano,
amo yo estos recintos. Ven, hermano,
entre los muertos soy el más humano.


Sonetos de amor desesperado


I
Mátame espléndido y sombrío amor,
si ves perderse en mi alma la esperanza;
si el grito de dolor en mí se cansa
como muere en mis manos esta flor.

En el abismo de mi corazón
hallaste espacio digno de tu anhelo,
en vano me alejaste de tu cielo
dejando en llamas mi desalación.

Contempla la miseria, la riqueza
de quien conoce toda tu alegría.
Contempla mi narcótica tristeza.

¡Oh tú, que me entregaste la armonía!
Desesperando creo en tu promesa.
Amor, contémplame, en tus brazos, presa.


VI
Si soy en vano ahora lo que fui,
como la blanda y persistente arena
donde se borra el paso que la ordena,
no he sufrido bastante, amor, por ti.

Ah, si me hubieras dado sólo pena
y no la infiel intrépida alegría
tu crueldad no me lastimaría,
no podría apresarme tu cadena.

Quiero amarte y no amarte como te amo;
ser tan impersonal como las rosas;
como el árbol con ramas luminosas

no exigir nunca dichas que hoy reclamo;
alejarme, perderme, abandonarte,
con mi infidelidad recuperarte.


Epitafio en un jardín zoológico


Este jardín, vecino del Botánico,
es un bosque de horror triste, de pánico:

Mis compañeros ya se han transformado
todos en plantas, yo el predestinado

a ser palmera, vi en la lejanía,
en el Jardín Botánico, en un día,

transformarse las plantas desiguales,
con la ayuda del viento, en animales.

Yo vi el temblor de mis orejas suaves
seguir el mismo canto de las aves,

el color de mi piel en la distancia
ignorarme con suave extravagancia.

El agua pálida a mis pies en vano
me ofreció la dulzura del verano.

La vida de las palmas no es serena:
he muerto entre las hojas con mi pena.


1 comentario:

Sepo dijo...

etra a mi blog
edgaralanblog.blogspot.com
sino ..... no se
algo q diria el muñequito ese asesino de mtv